Anda estos días mi botijo un tanto alborotado. Me alboroto también cuando me cuenta la causa
de su desazón.
Ha estado considerando la posibilidad de visitar tierras
pobladas, desde muy antiguo, por sus ancestros en el noreste de España. En su afán de adquirir mayores conocimientos,
ha consultado una web especializada en rutas por Cataluña y se ha encontrado con
lo siguiente:
“Sólo desde una
tradición ciertamente naviera, como la de la casa real catalana, exploradora y
conquistadora del Mediterráneo, se puede imaginar la tecnología y los
conocimientos necesarios como para iniciar un viaje por el Atlántico en 1492.
Cristóbal Colón era
catalán, barcelonés, miembro de la familia real que llevó a la nación catalana
en su expansión por el Mediterráneo.
Es en aquella época
esplendorosa que nace la concepción de la nación catalana como una unidad
territorial y lingüística, entre países hermanos y de igual a igual, que reúne
el Principado de Andorra, el Principado de Cataluña (con la Catalunya Norte
actualmente bajo el Estado francés), el País Valenciano y las Islas Baleares.
Sólo la constante
voluntad de aniquilar la memoria histórica catalana por parte de los españoles
explica la tergiversación de la nacionalidad de Cristóbal Colón haciendo creer
que era Genovés.
Entraremos en el
archivo de la Corona de Cataluña y Aragón, desde la plaza que fue residencia de
reyes catalanes.”
No merece la pena, y no lo haré, comentar las referencias a
Colón. Únicamente añadiré que otros
catalanes universales son, o pueden ser, Da Vinci, Alejandro Magno, Isabel de
Baviera (Sissi), Louis Pasteur y Cristiano Ronaldo, por ejemplo.
Cuestión diferente es citar una “Corona de Cataluña y Aragón”
que nunca ha existido. Ciertamente, podrá
alegarse que esa denominación ya consta en el Privilegio
de anexión de Mallorca a la Corona de Aragón, de 1286, con el literal «regno,
dominio et corona Aragonum et Catalonie», pero solo cinco años después, en
1291, en la renovación de estos privilegios, se habla de «Reinos de Aragón, Valencia
y condado de Barcelona». Podrá alegarse
que la formación de la Corona tiene su origen en la unión dinástica entre el
reino de Aragón y el condado de Barcelona pero no se puede pasar por alto que Ramón
Berenguer, titular del condado de Barcelona, pacta con el Rey aragonés Ramiro II el Monje,
quien le otorga en 1137 la calidad de princeps para ejercer la potestas real, firmando a partir de ese
momento como Conde de Barcelona y Príncipe de Aragón, pero no cedió ni el título
de Rey ni la dignidad ni el apellido o linaje: “Y yo el rey Ramiro sea rey,
señor y padre en mi reino de Aragón y en todos tus condados mientras me plazca ……….”.
Habrá a quien defienda la legitimidad de Ramiro II para llegar al trono de Aragón y habrá quien no piense así, pero la terca realidad es que, al margen del cumplimiento o incumplimiento del testamento de Alfonso I el Batallador, el único sucesor reconocido y, por tanto Rey, fue Ramiro II.
En 1164, el hijo de Ramón Berenguer y Petronila, única hija
de Ramiro II e Inés de Poitiers, Alfonso II de Aragón, se convierte en el
primer Rey de la Corona de Aragón y tanto él como sus sucesores heredan los títulos de
"Rey de Aragón" y de "Conde de Barcelona".
El que quiera entenderlo que lo entienda.
El que quiera entenderlo que lo entienda.
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